Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita.
El cálido roce de la muerte se la había llevado; las alejaba. ¿Cómo sujetarla lo bastante para que no se fuera, para que no se metamorfoseara en una niña de seda envuelta en el capullo de su sudario? Porque no hay brillantez en tu partida; sólo vacío y angustia, musitó a la hija arrullándola; quisiera partir contigo allá donde la muerte enseña a vivir a los muertos... Mientras miraba por última vez su cuerpo tan amado volvió a sentir el olor que su hija desprendía y que tendría que asociar siempre al de ella. Aspiró el hedor dulce y denso de su niña que ya nadie podría arrancarle. Este olor me acompañará hasta que yo muera y la ponga de nuevo entre mis brazos, se dijo.
En sus últimas horas el moribundo recibirá la visita del neec tiiid nandeow "el que pone en camino al muerto", un especialista de la oración que volverá a ser llamado después de la muerte para recitar otras oraciones hasta que los restos mortales no se entreguen a los monarang obre "los que hacen el trabajo". Estos tienen que tomar el cadáver -que mientras tanto ha sido arreglado en casa mirando al "santo", es decir, con la cabeza hacia el sur- ponerlo en el ataúd y llevarlo al cementerio acompañado por un grupo de cantores, pertenecientes a la línea de cargos de la Iglesia.
Cuando uno siente que su fin se aproxima, empieza a asignar sus bienes (si es anciano, lo que todavía no haya repartido); advierte a los familiares, según sus simpatías, de quién tendrán que ser aceptados los regalos fúnebres y de quién no; llama a los amigos a los que quiera confiar alguna disposición secreta; decide quién tendrá que lavar su cadáver, quién lo vestirá y quién será el encargado de las oraciones. Finalmente -y esta es su decisión más importante- establece cuál de sus parientes se encargará de los ritos necesarios para que su alma pueda abandonar la tierra. El familiar al que le toque este deber recibirá algo más para sostener la carga de las ceremonias previstas; castigo de un eventual incumplimiento sería su exclusión de la herencia por parte de los demás parientes, ayudados por las autoridades municipales si es necesario.
Yo fui el primero en entrar, encendiendo la luces. La escena era curiosamente tranquila. El Avvocato Bandinelli yacía tendido en un sofá de cuero. El agente Giampiero Calvi estaba sentado en un sillón, tras el escritorio, con la cabeza apoyada en los brazos. Encima del escritorio, junto a él, había una novela de Moravia, una pistola cargada, dos bocadillos de jamón, un huevo duro y termo de café. El café estaba caliente. Los dos hombres estaban fríos. El viejo Steffi husmeó el aire, realizó un breve examen de los cadáveres y pronunció su veredicto:
Don Julio Ortega, médico e historiador nativo de Pachuca, Hidalgo, es propietario de varios Xoloitzcuintli y obsequió una cachorra llamada Xoli a la famosa, legendaria y acuiciosa arqueóloga, arquitecta y doctora en psicología Carmen Cook de Leonard, mexicana por nacimiento pero universal por su enorme producción científica sobre las culturas mesoamericanas.
La traducción del náhuatl al español de la palabra XOLOTL en el "Vocabulario de Molina" es: paje, mozo, criado o esclavo... Según la creencia mexicana antigua las almas de los difuntos llegaban cuatro años después de la muerte a la orilla del rio CHICUNAHUAPAN o CHIGNAHUAPAN, el noveno río, que rodeaba al reino de los muertos, y sólo podían atravesarlo en caso de que estuviera esperándolas en la otra orilla del río su perro que al reconocer a su amo se arrojaba al agua para volver a cruzarla con él. Por eso se enterraba a los difuntos junto con su perro, al que, claro está, se sacrificaba previamente.