31 de diciembre de 2009

En la tumba de la Señorita Cármen Z. - Manuel M. Flores.



Venid, y flores derramad y llanto
Sobre esta tumba. La que aquí reposa,
En el jardin del mundo fué una rosa,
Y así como las rosas, se agostó.
El ángel tenebroso de la muerte
Tendió sobre ella su terrible vuelo,
Y se durmió soñando con el cielo,
Y en el cielo con Dios se despertó.

Manuel M. Flores

29 de diciembre de 2009

A veces le digo:

-Oh, pobres de nosotros, ¿Quién sabe cuál de los dos se irá primero? ¿Serás tú la primera en irse, o seré yo? Desde luego, volveremos a ver la pobreza, ¿quién sabe cuándo? No sabemos cuál de los dos morirá primero. Quizá sea mejor que seas tú, porque yo diría las plegarias. Sería bueno que te fueras primero porque yo te enterraría. Yo sé cómo celebrar un entierro. Si tuviéramos una hija, o un hijo. Pero ¿qué hacer? Si yo soy el primero que se va, ¿quién te enterrará? Tengo una hija, pero ¿quién sabe quién cuidará de ti? Pero ¿qué podemos hacer? ¡Si Dios nos hiciera el favor de llamarnos juntos! Pero ¿qué se puede hacer? Sea como sea. Y también, si me abandonas, después de todo lo que hemos hecho juntos, ¿de qué servirá? Si eres la primera en morir, ¿quién me cuidará? ¿Qué mujer hará todas las cosas que tú has podido hacer por mí? Si encuentro otra mujer -porque tendría que buscar otra- esto es lo que ciertamente haría: se llevaría todo tu trabajo para venderlo. La forma en que vivimos es buena, gracias a Dios. Tú cuidas bien nuestras cosas, cuidas bien de nuestro bienestar. Pero ¿qué ocurrirá cuando Dios nos separe? ¿Qué haremos? ¿Cuál de nosotros se irá primero? ¿Quién sabe cuándo completaremos nuestra cuenta? -le digo yo.

El contador de los días.Vida y discurso de un adivino ixil. Benjamin N. Colby y Lore M. Colby. Fondo de Cultura Económica, México, 1a edición en español, 1986, p. 113.

28 de diciembre de 2009

Meditación V. De la muerte 2/2.



Afectos y resoluciones.
1. Ora á Dios, y arrójote entre sus brazos. ¡Ay! Señor, recibidme debajo de vuestra protección en aquel día espantoso. Dadme aquella hora dichosa y favorable, aunque todas las otras de mi vida me sean tristes y de afliccion.

2. Menosprecia al mundo. Pues no sé la hora en que te he de dejar, ó mundo, no quiero estrecharme contigo. ¡O mis caros amigos! mis queridos parientes! permitidme que no os tenga mas aficion que la de una santa amistad, que pueda durar eternamente; porque ¿de qué servirá unirme con vosotros de tal suerte que sea necesario romper las ataduras?

3. Quiero prepararme desde ahora, y poner el cuidado necesario para hacer dichosamente este camino: quiero asegurar el estado de mi conciencia cuando me fuere posible, y poner remedio á tales y tales faltas.

Conclusión.

Da gracias á Dios por esta resolucion que te ha dado: ofrécele á su Majestad: suplícale de nuevo te dé dichosa muerte por los méritos de la muerte de su Hijo: implora la ayuda de la Virgen y de los Santos.

Pater noster y Ave María.
Haz un ramillete de mirra.

Introducción a la Vida Devota escrita en francés por San Francisco de Sales traducida de órden del Em. y Exc. Señor Cardenal de Lorenzana, arzobispo de Toledo, por don Pedro de Silva, y aumentada con la Declaración del Cántico de los Cánticos y el Directorio de Religiosas, obras del mismo autor. París, Librería de Garnier Hermanos. Méjico, 1855, pp. 24-25.

Meditación V. De la muerte 1/2.



Consideraciones.
1. Considera la incertidumbre del día de tu muerte. ¡O alma mia! tú has de salir un día de este cuerpo. ¿Cuándo será? será en invierno ó en verano? en la ciudad ó en la aldea? de dia o de noche? será de repente ó prevenido? será de enfermedad ó de accidente? tendrás tiempo para confesarte ó no? te asistirá tu confesor´y padre espiritual? ¡Ay de mí! que de todo esto no sabemos nada; solo es seguro que moriremos, y siempre mas presto de lo que pensamos.

2. Considera que entónces el mundo se acabará para ti, que se volverá lo de arriba abajo delante de tus ojos. Si, porque luego los placeres, las vanidades, los gustos mundanos, las aficiones vanas, las honras y las riquezas se no representarán como fantasmas y sombras vanas. ¡Ah miserable de mi! ¿Por qué juguetes y quimeras ofendí á mi Dios? Tú verás que dejamos á Dios por nada. Al contrario, la devoción y las buenas obras te parecerán entónces deseables y dulces. ¿Y por qué no he seguido este camino agradable y hermoso? Los pecados que parecian pequeños te parecerán entónces grandes como montañas, y pequeña tu devoción.

3. Considera las grandes y ansiosas despedidas que tu alma hará de este mundo: se despedirá de las riquezas, de las vanidades, de las compañías vanas, de los placeres, de los pasatiempos, de los amigos y vecinos, de los padres é hijos, del marido, de la mujer, y en fin de toda criatura, hasta de su mismo cuerpo, que dejará amarillo, espantoso, deshecho, feo y hediondo.

4. Considera la prisa que habrá por echar fuera este cuerpo, y esconderle en la tierra; y que hecho esto, el mundo no se acordará mas de tí, ni habrá mas memoria que la poca que tú tenias ántes de otros. Dios le tenga en paz, dirá alguno; y en esto se encierra todo. ¡O muerte, qué poco eres considerada, y qué mucho impetuosa.

5. Considera que al salir del cuerpo el alma toma su camino ó á la derecha ó á la izquierda. ¡Ay! ¿dónde irá la tuya ¿qué camino tendrá? No otro por cierto que aquel que hubiere merecido en este mundo.

Introducción a la Vida Devota escrita en francés por San Francisco de Sales traducida de órden del Em. y Exc. Señor Cardenal de Lorenzana, arzobispo de Toledo, por don Pedro de Silva, y aumentada con la Declaración del Cántico de los Cánticos y el Directorio de Religiosas, obras del mismo autor. París, Librería de Garnier Hermanos. Méjico, 1855, pp. 24-25. 

27 de diciembre de 2009

Plegaria de un moribundo - Nosgard.



Cuando muera, quiero que me sepulten en un desierto para que mi alma no encuentre el camino al paraíso.

Cuando muera, quiero que guardes el recuerdo de mi rostro bajo los párpados de tus ojos.

Cuando muera, quiero que sea viernes para que mi féretro sostenga el vino de los filósofos.

Cuando muera, quiero que le susurres a mis oídos las veces que me engañaste.

Cuando muera, quiero que mis ojos se mantengan abiertos para ver a los presentes y platicarle al Diablo de ellos.

Cuando muera, ya no quiero que me des esperanzas muertas.

Cuando muera, quiero vestir desnudo para evitarle trabajo a los gusanos.

Cuando muera, quiero ver lágrimas de alegría en tu rostro.

Cuando muera, quiero que cierren mi ataúd con cien clavos para evitar que regrese a fastidiarte.

Cuando muera, sólo quiero escuchar las oraciones de la soledad.

Cuando muera, quiero que mi caja sea de maderas y metales preciosos para saber como se siente la riqueza.

Cuando muera, quiero que pongas un arma en mi mano izquierda para cuando Dios me juzgue y hallarme culpable de mis pecados, asesinarle.

Cuando muera, quiero que cuatro ancianos carguen mi féretro hasta el cementerio para hacer más largo el sufrimiento de los que en verdad me amaron.

Cuando muera, no quiero que doblen las campanas, de nada sirve dar aviso a los que no me conocieron.

Cuando muera, quiero visitar por primera vez una de las tantas casas de Dios para marcharme aún más deprimido.

Cuando muera y el féretro este dentro de la fosa, no quiero que arrojen flores, arrojen piedras fuertemente para abrir una herida en la caja, así los gusanos penetraran con facilidad.

Cuando muera, quiero que plantes un árbol sobre mi tumba para que sus raíces mutilen mi cadáver.

Cuando muera, quiero que mi epitafio diga lo siguiente: si no existe un infierno, se debe crear uno para el martirio de esta alma.

Otro de nosotros, fanzine gráfico cultural, abril-mayo 2006 # 4, Puebla, México.

26 de diciembre de 2009

Bajé del coche lentamente... - Mickey Spillane.

despedí al conductor y me quedé mirando hacia la oscura ventana del apartamento. La lluvia fría golpeaba en el cristal y le hacía parecer un espejo negro, diabólico, un ojo espantoso en la cara de un tétrico y sucio edificio. Había algo repugnante en todo aquello, algo viciado y obsceno, incluso inconcebible.

Allí arriba, tras esa amenazadora ventana, tenía que matarme. Allí arriba sabría lo que es yacer muerto, tendría la sensación y la visión de una expresión impertérrita, la laxitud de la muerte.

En mi bolsillo, el revólver parecía pesar demasiado, lo saqué y crucé la calle sosteniéndolo en la mano. La puerta principal estaba abierta. La interior, también. Detrás aparecía la larga y cavernosa entrada de las tenebrosas escaleras y el pasillo.

En el primer piso, de frente.

En mi mente imaginaba mi rostro en el suelo, vuelto hacia la luz, con los ojos parcialmente abiertos y la mandíbula laxa. Sin conocimiento ya. Sin conciencia. Sin que quedase nada. Sólo la muerte.

Asesino mío. Mickey Spillane. Ediciones Forum, Círculo del Crimen No. 36. 1965 p. 43.

A señor San Miguel.



Príncipe gloriosísimo de las Gerarquías angélicas, Sr. S. Miguel, á quien el Señor ha encomendado el cuidado de todos los moribundos, cuida mi alma librándola de caer en pecado, para que cuando la recibas en tus manos, limpia por la gracia, merezca ser conducida por tí á las eternas moradas de la Gloria. Amén.

Robustez del alma ó sea Breve instrucción sobre el principio de la Vida Interior y su desarrollo por el Sr. Pbro. D. José M. Espino. 4a edición. Librería Católica del Sagrado Corazón de Jesús, Aduana Vieja No. 4, 1903, p. 115.

23 de diciembre de 2009

Ejercicio para ayudar a bien morir. Oración 3/3.


Te encomendamos, Señor, el alma de tu siervo, y te rogamos ¡oh Jesucristo Nuestro Señor y Salvador del mundo!, que no dejes de poner en el seno de tus patriarcas á este alma, por la cual bajaste misericordiosamente á la tierra: conoce, Señor, tu criatura, no formada por dioses ajenos, sino por ti, Dios solo, vivo y verdadero, porque no hay otro Dios fuera de ti.

Alegra, Señor, este alma con tu presencia, y no te acuerdes de sus antiguas iniquidades y desórdenes, los que le suscitaron el furor y el fervor de los malos deseos. A la verdad, aunque haya pecado, con todo eso no ha negado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, sino lo ha creído, y tuvo en sí el celo de Dios, y ha adorado fielmente al Dios que ha creado todas las cosas.

Te rogamos, Señor, que no te acuerdes de los delitos de su juventud ni de sus ignorancias, sino, según tu gran misericordia, acuérdate en tu gloria de tu grande amor.

Abransele los cielos. Alégrense los ángeles. Recibe, Señor, en tu reino á tu siervo. Recíbale San Miguel, arcángel de Dios, que mereció tener el principado de la milicia celeste.

Sálganle al encuentro los santos ángeles de Dios y lo lleven a la ciudad de Jerusalén. Recíbale San Pedro apóstol, á quien fueron entregadas por Dios las llaves del reino de los cielos.

Ayúdele San Pablo apóstol, que fué digno de ser vaso de elección. Interceda por él San Juan apóstol, escogido de Dios, á quien fueron revelados los secretos celestiales. Rueguen por él todos los santos apóstoles, á quienes fué dada por el Señor la potestad de ligar y de absolver.

Intercedan por él todos los santos y escogidos de Dios que sufrieron tormentos en este mundo por el nombre de Jesucristo, para que, en estando separado de los vínculos de la carne, merezca llegar á la gloria del reino celestial. Por Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.

Lavalle Nacional para uso del católico mexicano compuesto por el presbítero D. Julián G. Villalain. 25o edición. Herrero Hnos, 1945, pp. 426-429.

Ejercicio para ayudar a bien morir. Oración 2/3.



Recibe, Señor, á tu siervo, por tu gran misericordia, en el lugar de tu esperada salvación. Amén.

Libra, Señor, el alma de este tu siervo de todos los peligros del infierno, de los lazos de las penas y de todas las tribulaciones. Amén.

Libra, Señor, el alma de este tu siervo, como libraste á Enoc y Elías de la común muerte del mundo. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Noé del diluvio. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Abraham de la tierra de Ur de los caldeos. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Job de sus trabajos. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Isaac de ser sacrificado por mano de su padre Abraham. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Moisés de las manos de Faraón, rey de Egipto. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Daniel del lago de los leones. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á los tres niños de Babilonia de en medio del fuego ardiendo y de la mano de un rey inicuo. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á Susana del falso testimonio. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á David de las manos del rey Saúl y del gigante Goliat. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste á San Pedro y á San Pablo de las cárceles. Amén.

Lavalle Nacional para uso del católico mexicano compuesto por el presbítero D. Julián G. Villalain. 25o edición. Herrero Hnos, 1945, pp. 424-426.

22 de diciembre de 2009

Por siempre joven - Bob Dylan.



Que Dios te bendiga y te conserve,
Que tus deseos se vuelvan realidad,
Que hagas por otros
Y dejes a otros hacer por ti.
Que construyas una escalera a las estrellas
Y escales cada peldaño.

Que permanezcas joven por siempre,
Por siempre joven,
Joven por siempre,
Que permanezcas joven por siempre.

Que crezcas para ser justo,
Que crezcas para ser verdadero,
Que conozcas siempre la verdad
Y veas las luces que te rodean,
Que tengas siempre coraje
Y te enfrentes y seas fuerte,

Que permanezcas joven...

Que tus manos estén siempre ocupadas,
Que tus pies sean siempre veloces,
Que tengas una fuerte cimentación
Cuando los vientos cambien de giro.
Que tu corazón sea siempre alegre,
Que tu canción sea siempre cantada.

Que permanezcas joven...

Bob Dylan

Después de las once 2/2.


Un vecino vio el fogonazo y oyó el estallido; pero no paró en ello la atención.

Por la madrugada, a las seis, entró el criado con luz; halló a su amo en el suelo, la pistola y la sangre. Le habló, le afianzó, no respondía; pero aún le seguía el ronquido. Corrió en busca de facultatitivos y de Alberto. Carlota oyó la campanilla y un temblor se apoderó de todos sus miembros. Despertó a su marido; levantáronse; el criado sollozando y titubeando, les dio la noticia; Carlota se tendió desmayada delante de Alberto.

Vino el médico, halló en el suelo y dio por deshauciado al infeliz; y aunque le latía el pulso tenía todos los miembros estropeados. Se había disparado sobre el ojo derecho y volándole los sesos. Abriéronle, aunque por de más, una vena en el brazo;corrió la sangre y seguía alentando.

Por la sangre en los lados de las sillas se echaba de ver que, sentado ante el bufete, se había disparado, y luego en la convulsión se había volcado al suelo. Con el desfallecimiento se había respaldado cerca de la ventana, vestido enteramente con el frac azul y la chupa amarilla.

Huéspedes, vecinos y pueblo, todos acudieron en conmoción. Entró Alberto. Habían puesto a Werther en la cama y vendándole la frente. Estaba inmoble y con el semblante cadavérico. Los pulmones, ya más, ya menos, le roncaban horrorosamente, y se estaba acabando por puntos.

Había bebido un vaso de vino, y tenía abierto sobre el bufete Emilia Galoti.

No hay que ponderar el trastorno de Alberto y los lamentos de Carlota.

El anciano apoderado acudió traspasado al primer aviso, y besó al moribundo, con lágrimas entrañables. Sus mayorcitos vinieron en seguida al pie y se sentaron a la cabecera; con ademanes de un quebranto incontrastable le besaron las manos y la boca; y el mayor, que siempre le había merecido especial privanza, se clavó en sus labios, hasta que se hizo indispensable el separarle y sacarle a viva fuerza. Expiró, por fin, al mediodía. La presencia y disposición del apoderado evitaron un alboroto. A eso de las once de la noche se le sepultó en el sitio que había escogido. El anciano y los niños asistieron al entierro. Alberto no pudo. Zozobraba la vida de Carlota. Menestrales fueron los portadores, sin acompañamiento de eclesiásticos.

Las cuitas de Werther. J. W. Goethe. Colección Austral, Espasa-Calpe Mexicana, 15o edición, 1992, pp 143-144.

20 de diciembre de 2009

Después de las once 1/2.


Todo en torno de mí está sosegado al par de mi espíritu. Doyte gracias, mi Dios, porque en este último trance me franqueas tan denodado brío.
...
Ruego al padre por medio de una esquelilla que se sirva resguardar mi cadáver. En el atrio de la iglesia, a la esquina que mira al campo, hay dos tilos, a cuyos pies anhelo descansar. Puede, y no dejará de hacerlo por un amigo, y más si tú se lo recomiendas. No trato de pedir a los fieles cristianos que coloquen sus restos junto a los de un triste desventurado. ¡Ay!, quisiera que se me enterrase en un camino o en un valle solitario, para que sacerdotes y levitas pasasen de largo con sus bendiciones, y los samaritanos derramasen alguna lágrima.

Aquí estoy, Carlota; no me estremezco al empuñar el yerto y pavoroso cáliz, en el cual voy a beber el sueño de la muerte. Tú me lo brindas, y no me emperezo. Aquí se cifra todo, y así se cumplen todos los anhelos y esperanzas de mi vida. Tan sereno y tan erguido descargo el aldabazo sobre la puerta herrada de la muerte.

Es hacerme partícipe de la dicha del morir por ti; por ti, Carlota, rendirme en holocausto. Moriría animoso, moriría placentero, con tal que pudiera restablecerse el sosiego y el júbilo de tu vida. Pero ¡ay! quizá no ha cabido en suerte a muchos héroes el derramar la sangre por los suyos y con tal sacrificio acarrearles una nueva y centuplicada vida.

Con esta ropa, Carlota, quiero ser enterrado; quedó santificada con tu contacto, y así se lo suplico también a tu padre. Mi alma vuela ya en torno del ataúd. No hay que registrar mis bolsillos. Aquellos lazos rojizos que llevabas al pecho la primera vez que te vi con los niños (bésalos mil veces, y particípales la suerte de su desventurado amigo, los preciosos del alma siempre me bullen alrededor; ¡cómo me aferré desde el primer momento en que no podía desviarme de ti!)... estos lazos se han de sepultar conmigo; ¡me los enviaste en mi cumpleaños! ¡Cómo me empapaba en tales logros!... ¡Ay de mí! No soñaba que tendría este paradero... Paz, paz, te lo suplico.

Ya están cargadas... ¡las doce!... Ea, pues... ¡Carlota, Carlota, adiós, adiós!

Las cuitas de Werther. J. W. Goethe. Colección Austral, Espasa-Calpe Mexicana, 15o edición, 1992, pp. 141, 142, 143.

12 de diciembre de 2009

Los amados muertos.


Es medianoche. Antes del alba darán conmigo y me encerrarán en una celda negra, donde languideceré interminablemente, mientras insaciables deseos roen mis entrañas y consumen mi corazón, hasta ser al fin uno con los muertos que amo.

Mi asiento es la fétida fosa de una vetusta tumba: mi pupitre, el envés de una lápida caida y desgastada por los siglos implacables; mi única luz es la de las estrellas y la de una angosta media luna, aunque puedo ver tan claramente como si fuera mediodía. A mi alrededor, como sepulcrales centinelas guardando descuidadas tumbas, las inclinadas y decrépitas lápidas yacen medio ocultas por masas de nauseabunda maleza en descomposición. Y, sobre todo, perfilándose contra el enfurecido cielo, un solemne monumento alza su austero chapitel ahusado, semejando el espectral caudillo de una horda fantasmal. El aire está enrarecido por el nocivo olor de los hongos y el hedor de la húmeda tierra mohosa, pero para mí es el aroma del Elíseo. Todo es quietud -terrorífica quietud- con un silencio cuya intensidad promete lo solemne y lo espantoso.

De haber podido elegir mi morada, lo hubiera hecho en alguna ciudad de carne en descomposición y huesos que se deshacen, pues su proximidad brinda a mi alma escalofríos de éxtasis, acelerando la estancada sangre en mis venas y forzando a latir mi lánguido corazón con júbilo delirante... ¡Porque la presencia de la muerte es vida para mí!

Lovecraft, H.P. El museo de los horrores, Ícaro/Selección, Edaf. España, 1993, pp. 63-64.

9 de diciembre de 2009

Ejercicio para ayudar a bien morir. Oración 1/3.

Amadísimo hermano: yo te encomiendo al omnipotente Dios, y te pongo en manos de aquel de quien eres criatura, para que, cuando pagues la deuda de la humanidad con la muerte venidera, vuelvas á tu Autor, que te formó del polvo de la tierra; y así, en saliendo tu alma de tu cuerpo, ocurra á recibirla un escuadrón lucido de ángeles; sálgate al encuentro el senado judicial de los apóstoles; se te presente el triunfante ejército de los cándidos mártires; la turba de los confesores adornados con azucenas, te cerque; te reciba el coro de las vírgenes alegres, y los patriarcas te abracen estrechamente, llevándote al seno del descanso; se te aparezca Jesucristo con semblante festivo, el que te ponga con los que han de asistir perpetuamente á su lado. No llegues á experimentar lo que es el horror de las tinieblas, el ardor de las llamas ni el rigor de los tormentos; ríndase á ti el cruel Satanás con todos sus ministros, y viéndote llegar acompañado de ángeles, se estremezca y retire al profundo caos de la eterna noche. Levántese el Señor, y se desbaraten sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecieren. Desháganse como el humo en el aire y como la cera en el fuego los pecadores en la presencia de Dios, y los justos se alegren y se sienten á la mesa del Señor; confúndanse y llénense de vergüenza todas las legiones tartáreas, y los ministros de Satanás no se atrevan á impedirte el camino. Líbrete de los tormentos Jesucristo, que por ti fué crucificado. Líbrete de la eterna muerte Jesucristo, que por ti se dignó morir. Colóquete Jesucristo, Hijo de Dios vivo, dentro de los amenos jardines de su Paraíso, y este verdadero Pastor te conozca por una de sus ovejas. Veas cara á cara á tu Redentor, y asistiendo siempre en su presencia, mires con ojos felices la verdad clarísima. Colocado, pues, entre los Coros de los bienaventurados, goces de la dulzura de la contemplación divina por los siglos de los siglos. Amén.

Lavalle Nacional para uso del católico mexicano, compuesto por el presbítero D. Julián G. Villalain, 25a edición, Herrero Hnos, 1945, p. 422-424.

8 de diciembre de 2009

La enfermedad viene de lejos



La enfermedad viene de lejos,
viene sombríamente
subiendo a nuestro cuerpo
como a un monte, con un espeso
viento, con un duro paso seco.
Viene subiendo
a nuestro viejo cuerpo
como a una casa en ruinas
de noche, con el miedo.

La enfermedad viene de lejos
con polvo, con cansancio,
viene de cementerios,
arrastra escobas, trapos,
cuelga perros
como asesinos, de árboles
opacos y tercos.
La enfermedad llega al terreno
en que estamos y vemos
y nos rodea en silencio
y allí se está mordiendo
raíces, bulbos, yemas,
y escupe, escupe, escupe,
traga veneno.
La enfermedad agarra nuestro cuerpo,
unta leche de sapo dulce,
soba como un abuelo,
calienta saliva y sebo.
Víbora mansa torcida
al cuello,
cangrejo de la rodilla,
alacrán del pelo,
duele, pica, suda,
pasta de estiércol.
La enfermedad está girando
como las hojas de un helecho.
Lame una enorme lengua
de buey el pellejo.
Costra del lecho,
el cuerpo, el otro cuerpo,
el que se tuvo antes,
se está quieto,
caracol vacío,
patio sin nadie, convento
de sombras y ecos.
La enfermedad está subiendo
un pozo negro
lentemente, por años,
como la voz de un muerto.
Arterias hechas nudo,
sangre asfixiada, lejos,
trozos de carne ajena,
uñas y huesos
en el lugar del alma
están subiendo.
Peces de puro aceite
y pájaros petreos,
subiendo.
Una mosca en el oído,
encerrada, subiendo.
Cuatro patas, el silencio
de un gato, subiendo.
Sobre el tronco de una niña
las manos de un ciego,
torpes, subiendo.
La enfermedad y la cama,
remolino, trompo de humo,
están subiendo.
Y espejos alucinados
y caídos cayendo
hacen un vaivén de sombras,
una marea de féretros.
Y un cuerpo tras de otro cuerpo,
una procesión de cuerpos,
sigue subiendo.

¡Qué ceniza con azúcar
en las sábanas ardiendo!
Cucharaditas de agua
con aire, sin miedo,
trocitos de luz madura
Silencio.

La enfermedad está cayendo.
Plumas de plomo,
algodón de muerto.

Sabines, Jaime. Nuevo Recuento de Poemas. Biblioteca Paralela, Joaquín Mortiz, 8a reimpresión, 1990, pp. 150-152.

7 de diciembre de 2009

II. Juguetería y canciones (fragmentos).


Si sobrevives, si persistes, canta,
sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama,
apresúrate. El viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único.
...
Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás que hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.

Sabines, Jaime. Nuevo recuento de poemas. Biblioteca Paralela, Joaquín Mortiz, 8a reimpresión, 1990, pp 206-207.

Tu

Cuando esté muerta y mi ignorada tumba
pisoteada sea por mil generaciones
y apenas de mi nombre quede un borroso trazo
sobre la fría losa que me cubra.

Cuando se haya perdido hasta el recuerdo
de la dulce belleza de mi raza
y las jóvenes que amen ignoren
que antes que ellas amé...

Cuando ya nadie exista
que evoque mi fantasma,
que cante a media voz mis versos... Dime,
¿Me seguirás amando tú, oh, perfecto,
oh, amante, sin posible muerte, vivo
hasta el fin de todo lo creado?
Por donde he de vagar yo en mi profundo
vacío involuntario, ¿habré de hallarte?

¿Qué será de mi ser si he de perderte
como al mar, como al sol, como a los pájaros?

Antología de Poesía Amorosa Contemporánea, Recopilación de Carmen Conde, Editorial Bruguera, 1969. Susana March, pp. 498-499.

6 de diciembre de 2009

Un día 24 de junio... (fragmentos) 3/3.


Que llego: “¡papá, papá, ya está el aguardiente!” Lo besé en la frente y que lo destapo pero ya casi no respiraba, tenía mucha espuma en la boca, en los ojos. “¡Mamá, mamá ya se está muriendo papá!”

Un día 24 de junio... (fragmentos) 2/3.



Que comemos y que le dan de comer, ahí estaba mi abuelito y que ve a la niña chiquita que apenas empezaba a caminar, que la abraza mi abuelito y que le dice: “ven mijita, este es el último día que te voy a hacer caricias, vamos a bailar yo y tú porque mañana ya no me vas a ver”.

Un día 24 de junio... (fragmentos) 1/3.


 Un día 24 de junio estábamos comiendo y mi abuelito que dice: “ya sólo faltan tres años para que los abandone yo”. Desde antes, ya nos iba diciendo cuántos le quedaban de vida y se acercaba y se acercaba el día. Y el día que se acercó su muerte que va a ver a mi mamá y como ella estaba enferma que le dice:

5 de diciembre de 2009

Desdén.

Después de todo, tú no me haces falta.
Al fin, ¿quién eres tú? Nervios y sangre,
carne que ha de pudrirse en el sepulcro;
un puñado de polvo solamente.

Si he de morir después de haberte amado
¿la muerte me será más llevadera?
¿Qué haré en la tumba con tus dulces besos
temblándome en la boca descarnada?

¿Podré seguir soñando? ¿Habrás de darme
nueva vida quizá? ¡Eres tan poco!
Nada importa que alientes si algún día
has de dejar de ser. Hoy eres fuerte.

Mañana jugará un niño en el campo
con tus huesos antiguos, destruidos.
¿Para qué un alma que no tienes,
que no tendrás jamás? ¡No me haces falta!

Voy recogiendo pálidas estrellas,
hierba estelar con que formar mi tumba.
Allá, en las sombras, tú estarás inmóvil.
¡Más yo me agitaré en las margaritas!

Antología de Poesía Amorosa Contemporánea, Recopilación de Carmen Conde, Editorial Bruguera, 1969. Susana March, pp. 498-499.

3 de diciembre de 2009

Ejercicio para ayudar a bien morir. Exorcismo.


 En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero; yo, aunque indigno, os conjuro, infernales espíritus, desde Lucifer hasta el más mínimo, por la Encarnación, Pasión y muerte del Hijo de Dios; por la pureza y dolores de María Santísima, Reina de los ángeles; por los méritos del arcángel San Miguel, santos ángeles de guarda, Señor San José, Señora Santa Ana, San Ignacio de Loyola, San Camilo de Lelis, Santa Catalina de Sena, Santa Bárbara, Santa Tecla y todos los demás santos y santas; y debajo de ira e indignación, y con todas las penas, censuras, maldiciones, iras é indignaciones que todos los exorcistas del mundo suelen poner, y con lo que la omnipotencia de Dios os puede castigar, os notifico y mando á todos, sin excepción de alguno, que os apartéis de todos los moribundos. Y quiero en el nombre del mismo Dios, y bajo de dichas penas y de todas aquellas que se os pueden y suelen poner, con aumento de instante á instante (que durarán mientras yo, indigno pecador, no fuere obedecido), que no os atreváis á inquietar, perturbar ni tentar á dichos moribundos hasta que entreguen el alma á su Redentor. Para todo lo cual, y bajo dichas penas, con su aumento de instante á instante, como dicho es, os pongo entredicho por todo el dicho tiempo, en todo el distrito que vuestra indignación puede alcanzar á perturbar, tentar, inquietar é inducir á dichos moribundos á cualquier culpa é imperfección.
Por Nuestro Señor Jesucristo, que ha de venir á juzgar á vivos y muertos. Amén.

Lavalle Nacional para uso del católico mexicano, compuesto por el Presbítero D. Julián G. Villalain, 25o edición, 1945, Herrero hnos.

1 de diciembre de 2009

Ceremonias funerarias prehispánicas.


"Entre los habitantes de las diversas culturas que se desarrollaron en Mesoamérica, existió una notable analogía de conceptos religiosos y prácticas rituales tan parecidas que se les considera integrantes de una misma tradición religiosa.

Este concepto es avalado por la investigadora del mundo indígena, Mercedes de la Garza, autora también de la obra titulada: La muerte en el mundo indígena de México prehispánico, en la que hace referencia a las ceremonias funerarias que eran múltiples y complejas con varias técnicas de disposiciones del cadáver: la inhumación y tal vez, la exposición aérea y el abandono.

Explica la investigadora que los mayas yucatecos, solían antes de proceder al entierro, amortajar el cuerpo y colocar en la boca del difunto maíz molido y una cuenta de jade y el entierro se efectuaba en el interior de la casa detrás de la misma.
...

Muchas son las inquietudes humanas con relación a su existencia; vida que sienten que no es un error del cosmos, sino producto destinado a una finalidad que por el momento no se ha logrado esclarecer, motivos por los cuales los humanos desde la prehistoria no han aceptado nunca la muerte como aniquilamiento total, sino como una transición a otro plano, fenómeno éste percibido por el subconsciente. De ahí la gran importancia que siempre se le ha otorgado al culto a la muerte".

Esto fue publicado por el periódico Síntesis, en su sección Convivencias el 16 de enero de 1999.