9 de diciembre de 2009

Ejercicio para ayudar a bien morir. Oración 1/3.

Amadísimo hermano: yo te encomiendo al omnipotente Dios, y te pongo en manos de aquel de quien eres criatura, para que, cuando pagues la deuda de la humanidad con la muerte venidera, vuelvas á tu Autor, que te formó del polvo de la tierra; y así, en saliendo tu alma de tu cuerpo, ocurra á recibirla un escuadrón lucido de ángeles; sálgate al encuentro el senado judicial de los apóstoles; se te presente el triunfante ejército de los cándidos mártires; la turba de los confesores adornados con azucenas, te cerque; te reciba el coro de las vírgenes alegres, y los patriarcas te abracen estrechamente, llevándote al seno del descanso; se te aparezca Jesucristo con semblante festivo, el que te ponga con los que han de asistir perpetuamente á su lado. No llegues á experimentar lo que es el horror de las tinieblas, el ardor de las llamas ni el rigor de los tormentos; ríndase á ti el cruel Satanás con todos sus ministros, y viéndote llegar acompañado de ángeles, se estremezca y retire al profundo caos de la eterna noche. Levántese el Señor, y se desbaraten sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecieren. Desháganse como el humo en el aire y como la cera en el fuego los pecadores en la presencia de Dios, y los justos se alegren y se sienten á la mesa del Señor; confúndanse y llénense de vergüenza todas las legiones tartáreas, y los ministros de Satanás no se atrevan á impedirte el camino. Líbrete de los tormentos Jesucristo, que por ti fué crucificado. Líbrete de la eterna muerte Jesucristo, que por ti se dignó morir. Colóquete Jesucristo, Hijo de Dios vivo, dentro de los amenos jardines de su Paraíso, y este verdadero Pastor te conozca por una de sus ovejas. Veas cara á cara á tu Redentor, y asistiendo siempre en su presencia, mires con ojos felices la verdad clarísima. Colocado, pues, entre los Coros de los bienaventurados, goces de la dulzura de la contemplación divina por los siglos de los siglos. Amén.

Lavalle Nacional para uso del católico mexicano, compuesto por el presbítero D. Julián G. Villalain, 25a edición, Herrero Hnos, 1945, p. 422-424.