28 de septiembre de 2011

Psicosis. Robert Bloch (2/2).


Pero sí sabemos en qué paró todo ello. Norman envenenó a su madre y a Considine con estricnina, que les sirvió con el café, en el cual, al parecer, había mezclado previamente algún licor para disfrazar el sabor del veneno.
-¡Qué horror! -murmuró Lila.
-Sí, debió de serlo -asintió Sam-. Según me han dicho, el envenenamiento por estricnina produce convulsiones, pero no la pérdida del conocimiento. Las víctimas suelen morir por asfixia, cuando se agarrotan los músculos del tórax. Norman debió de contemplarlo y seguramente fue demasiado incluso para él.

Psicosis, Robert Bloch, Biblioteca del Terror, Ediciones Forum, no. 1, España, p. 68.

27 de septiembre de 2011

Psicosis. Robert Bloch (1/2).



Entró en el cuarto de aseo, se desembarazó de las zapatillas con un movimiento de los pies, y se agachó para soltarse las medias. Luego levantó los brazos, se quitó el vestido y lo arrojó a la habitación. No le importó que cayera al suelo. Se soltó el sostén...

Después entró en la ducha. El agua estaba muy caliente, y debió abrir un poco la otra llave. Por fin, abrió las dos y dejó que la cálida lluvia cayera sobre ella.

El cuarto empezó a llenarse de vapor. El ruido de la ducha no le permitió oír cómo se abría la puerta de la habitación, ni los pasos que se acercaban. Y cuando las cortinas de la ducha se abrieron, el vapor oscureció aquel rostro.

Fue entonces cuando lo vio: un rostro que miraba entre las cortinas, colgando del aire, como una máscara. El cabello aparecía cubierto por un pañuelo y los vidriosos ojos la miraban inhumanamente; pero no era un máscara; no podía serlo. La piel estaba cubierta de polvos blancos y había dos rosetas rojas en las mejillas. No era una máscara. Era la cara de una vieja loca.

Mary empezó a gritar. Entonces la abertura de las cortinas se ensanchó y apareció una mano, armada con un cuchillo de carnicero. Un cuchillo que cortó su grito.

Y su cuello.

Psicosis. Robert Bloch. Biblioteca del Terror, Ediciones Forum, España, p. 22.

8 de septiembre de 2011

Canción de una dama a la sombra. Paul Celan.


Cuando la Silenciosa llegue y decapite los tulipanes:
¿Quién ganará?
             ¿Quién perderá?
                         ¿Quién se asomará a la ventana?
¿Quién pronunciará su nombre primero?

Es alguien que trae mi cabello.
Lo trae como se trae a los muertos de la mano.
Lo trae como el cielo trajo mi cabello el año en que amé.
Lo trae así por vanidad.

Ése ganará.
            Ése no perderá.
                          Ése no se asomará a la ventana.
No pronunciará su nombre.

Es alguien que tiene mis ojos.
Los tiene desde que se cierran los portales.
Los trae en los dedos como anillos.
Los trae como pedazos de deseo y de zafiro:
ya en otoño era mi hermano;
cuenta ya los días y las noches.

Ése ganará.
            Ése no perderá.
                          Ése no se asomará a la ventana.
Ése será el último en pronunciar su nombre.

Es alguien que tiene lo que dije.
Lo trae bajo el brazo como un bulto.
Lo trae como el reloj a su peor hora.
Lo trae de umbral en umbral, no lo arroja.

Ése no ganará.
              Ése no perderá.
                                   Ése se asomará a la ventana.
Ése pronunciará su nombre primero.

Ése será decapitado con los tulipanes.

Antología Poética. Paul Celan. Universidad Autónoma de Puebla, 1987, pp. 23-25.