30 de enero de 2011

Memorias de hospital. Margarita Paz Paredes. 2/2.


Soy apenas una momia
pequeñita, acomodada
en su sarcófago abierto
y desciendo suavemente
por una espiral morada,
protegida contra todas
las violencias de cuchillos
que despedazan el viento.

Me llaman voces antiguas
desde túneles secretos
y voy traspasando todos
los litorales del tiempo.

No sé en qué orilla de sombra
mi barca se desintegre,
porque sus velas son ascuas
que está consumiendo el fuego.

¡Qué no acabe este viaje
por las fronteras del sueño!

Litoral del tiempo. Margarita Paz Paredes. Secretaría de Educación Pública, 1986, p. 239.

29 de enero de 2011

Memorias de hospital. Margarita Paz Paredes. 1/2.

¡Urgencias! ¡Hospital!
De pronto, arrastrada por un raro dolor
entro a este mundo de todos y de nadie,

donde estaré quién sabe cuánto tiempo
para salir cualquier hora de un día,
de pie y hacia la vida
o quietamente horizontal y ciega.

Se piensan y se sienten tantas cosas
aquí, donde el dolor, la muerte, la esperanza,
la indiferencia, el miedo,
la rabia, la injusticia y el absurdo
se acercan, se entretejen, se confunden
en una loca danza cotidiana.

Litoral del tiempo. Margarita Paz Paredes. Secretaría de Educación Pública, 1986, p. 235.





27 de enero de 2011

Carmilla 2/2.

 
El día siguiente tuvieron lugar en la capilla de Karnstein los procedimientos formales. Se abrió la tumba de la condesa Mircalla; y el general y mi pade reconocieron a la pérfida y hermosa huésped en el rostro ahora expuesto a sus miradas. Sus facciones, aunque habían pasado ciento cincuenta años después de su funeral, estaban teñidas con el calor de la vida. Tenía los ojos abiertos. Ningún hedor a cadáver surgía del féretro. Los dos médicos, uno presente oficialmente, y el otro por parte del promotor de la investigación, atestiguaron el maravilloso hecho de que había una respiración tenue, pero perceptible, y una actividad correspondiente el corazón. Los miembros eran perfectamente flexibles, la carne elástica; y el féretro de plomo estaba bañado en sangre, y en ella, en una profundidad de siete pulgadas, estaba inmerso en cuerpo. Ahí estaban, pues, todas las pruebas admitidas de vampirismo. En consecuencia, el cuerpo, de acuerdo con la vieja práctica, fue levantado, y una afilada estaca clavada en el corazón del vampiro, que, en aquel momento, profirió un agudo chillido, en todos los sentidos semejantes al de una persona viva que sufre la más extrema angustia. Luego se le cortó la cabeza, y del cuello cortado surgió un torrente de sangre. Luego, el cuerpo y la cabeza fueron colocados sobre una pila de leña y reducidos a cenizas que fueron esparcidas sobre el río, que se las llevó; y este territorio no ha vuelto a ser atormentado por las visitas del vampiro.
  
Carmilla. Joseph Sheridan Le Fanu, Para esta colección de Ediciones Forum 1983, España, Biblioteca del Terror No. 16, pp. 41-42.

26 de enero de 2011

Carmilla 1/2.

Primero la visitaron sueños aterradores; luego, según ella se imaginó, fue un espectro, que se parecía un tanto a Millarca, a veces en forma de una bestia indistintamente percibida que caminaba al pie de la cama, de lado a lado. Finalmente, surgieron las sensaciones. Una de ellas, no desagradable, pero sí muy peculiar, según decía, se parecía al fluir de una corriente helada contra su pecho. Posteriormente, sintió algo así como si la perforaran un par de agujas, un poco por debajo de la garganta, produciéndole un dolor muy agudo. Unas pocas noches después vino una sensación gradual y convulsiva de estrangulación; luego vino la inconsciencia.

Carmilla. Joseph Sheridan Le Fanu, Para esta colección de Ediciones Forum 1983, España, Biblioteca del Terror No. 16, p. 36.

18 de enero de 2011

Jorge Cuesta. Poemas y ensayos.

La presencia de un pecado que arrastró durante toda su vida se torna obsesionante y remata en dos crisis nerviosas que lo llevan a un sanatorio de Tlalpan. La primera, menos violenta, dura casi dos meses. La segunda, termina con el dramático suicidio el 13 de agosto de 1942, precedido por una espantosa mutilación. Tenía 38 años.

Jorge Cuesta. Poemas y ensayos. Prólogo de Luis Mario Schneider. Recopilación y notas de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider. Universidad Nacional Autónoma de México, Primera reimpresión: 1978, p. 18.

17 de enero de 2011

Una vida con Tina Modotti 2/2.

- Sí, ¿qué ha ocurrido?
- Su esposa murió y en este momento se encuentra en la Cruz Verde.
- ¿Cómo? -grité- ¿quién se ha muerto?
- Su esposa Tina Modotti ha muerto en el taxi que la llevaba a su casa. El mismo taxista se dio cuenta que estaba muerta y la llevó a la Cruz Verde. Nosotros somos encargados de la funeraria y deseamos ponernos de acuerdo sobre los detalles de los funerales.

Quedé sin palabras. Un mundo se derrumbaba a mi alrededor. Sin subir a la casa hice que me llevaran a la Cruz Verde. Sobre una mesa grande, en un cuarto escasamente iluminado, yacía Tina arreglada, con su traje sastre negro, la blusa blanca: el rostro sereno, los ojos cerrados, la boca semiabierta que dejaba entrever los dientes pequeños, el cabello lacio con la raya en medio. Parecía dormir, como si esperara que alguien la despertara para pasear bajo el claro de luna.

Retrato de mujer. Una vida con Tina Modotti. Vittorio Vidali, Universidad Autónoma de Puebla, 1984, pp. 62.

16 de enero de 2011

Una vida con Tina Modotti 1/2.

Le habíamos prometido al arquitecto Hannes Meyer que iríamos a su casa la noche del 5 de enero. En la gran estancia de su departamento había armado una exposición de sus diseños, proyectos y cuadros. La noche estaba un poco fría pero límpida, el cielo todo lleno de estrellas e iluminado por una luna clara. En casa de los Meyer había mucha gente; al final, sin embargo, quedamos pocos: Hannes y Lena Meyer, el coronel del ejército español Azcárate y su esposa Cruz Díaz, quien trabajó durante toda la guerra civil con Tina en el Socorro Rojo. En cierto momento tuve que abandonar la reunión para llegar a la redacción de "El Popular" donde me esperaban por un importante encuentro de trabajo; de allí me fui a la casa, seguro de encontrar ya a Tina. No obstante Tina no estaba y esperé a que regresara leyendo casi dos horas. Cuando tocaron el timbre me di cuenta que ya era la una; corrí hacia el portón convencido de que a Tina se le habían olvidado las llaves. Abrí y me encontré con dos señores vestidos de negro que me dieron las buenas noches y me preguntaron si yo era el marido de la señora Tina Modotti.

Retrato de mujer. Una vida con Tina Modotti. Vitorio Vidali, Universidad Autónoma de Puebla, 1984, pp. 61-62.

15 de enero de 2011

Epitafios. Xavier Villaurrutia.

I
Agucé la razón
tanto, que oscura
fue para los demás
mi vida, mi pasión
y mi locura.
Dicen que he muerto.
No moriré jamás;
¡Estoy despierto!

II
Duerme aquí, silencioso e ignorado,
el que en vida vivió mil y una muertes.
Nada quieras saber de mi pasado.
Despertar es morir. ¡No me despiertes!

Los contemporáneos. Una antología general. Prólogo, selección y notas de Héctor Valdés. Sep/Unam. México, 1982. pp. 197-198.