6 de diciembre de 2009

Un día 24 de junio... (fragmentos) 3/3.


Que llego: “¡papá, papá, ya está el aguardiente!” Lo besé en la frente y que lo destapo pero ya casi no respiraba, tenía mucha espuma en la boca, en los ojos. “¡Mamá, mamá ya se está muriendo papá!”

Y yo, desesperada, ya no sabía adonde me iba, lloraba mucho, pegaba yo de gritos.

Que van va a buscar al sacerdote. Como era muy apreciado mi abuelito todos los misioneros del convento vinieron a dar el pésame... Llegaron los franciscanos y los doctores. Apreciaban mucho a mi abuelito porque era muy inteligente aunque no sabía leer, tenía muchos libros. Mi abuelito les pagaba porque le leyeran, decía: “hijos, yo me voy pero no quiero que ustedes se queden ignorantes”.

Yo lloraba bastante y muchas personas como me veían llorar con bastante y profundo llanto, se conmovían: ¡pobre criatura, cómo le llora a su abuelito!

Mi abuelito quiso que lo sepultáramos a las seis de la mañana, la ceremonia que se hace es la música de viento, el doble de las campanas. El cortejo que salió iba formado por varias personas del barrio, un pedacito lo cargaban unos, otro pedacito lo cargaban otros y así hasta llegar al panteón. Le hicieron guardia, dos acá y dos allá el día del velorio; se aplicaban tres rosarios a las ocho de la noche, a las doce y a las cuatro de la mañana.

Le hicieron compañía todos los de la época de él, los viejos, sus amigos y compañeros, muchos del pueblo le decían tiaxca porque sabía mucho de la nación y del pueblo.

"Caila Osorio, historia de una mujer de Metepec", Aguilar Garduño, Hilda. Investigación antropológica. 1992.