26 de diciembre de 2009

Bajé del coche lentamente... - Mickey Spillane.

despedí al conductor y me quedé mirando hacia la oscura ventana del apartamento. La lluvia fría golpeaba en el cristal y le hacía parecer un espejo negro, diabólico, un ojo espantoso en la cara de un tétrico y sucio edificio. Había algo repugnante en todo aquello, algo viciado y obsceno, incluso inconcebible.

Allí arriba, tras esa amenazadora ventana, tenía que matarme. Allí arriba sabría lo que es yacer muerto, tendría la sensación y la visión de una expresión impertérrita, la laxitud de la muerte.

En mi bolsillo, el revólver parecía pesar demasiado, lo saqué y crucé la calle sosteniéndolo en la mano. La puerta principal estaba abierta. La interior, también. Detrás aparecía la larga y cavernosa entrada de las tenebrosas escaleras y el pasillo.

En el primer piso, de frente.

En mi mente imaginaba mi rostro en el suelo, vuelto hacia la luz, con los ojos parcialmente abiertos y la mandíbula laxa. Sin conocimiento ya. Sin conciencia. Sin que quedase nada. Sólo la muerte.

Asesino mío. Mickey Spillane. Ediciones Forum, Círculo del Crimen No. 36. 1965 p. 43.