27 de diciembre de 2009

Plegaria de un moribundo - Nosgard.



Cuando muera, quiero que me sepulten en un desierto para que mi alma no encuentre el camino al paraíso.

Cuando muera, quiero que guardes el recuerdo de mi rostro bajo los párpados de tus ojos.

Cuando muera, quiero que sea viernes para que mi féretro sostenga el vino de los filósofos.

Cuando muera, quiero que le susurres a mis oídos las veces que me engañaste.

Cuando muera, quiero que mis ojos se mantengan abiertos para ver a los presentes y platicarle al Diablo de ellos.

Cuando muera, ya no quiero que me des esperanzas muertas.

Cuando muera, quiero vestir desnudo para evitarle trabajo a los gusanos.

Cuando muera, quiero ver lágrimas de alegría en tu rostro.

Cuando muera, quiero que cierren mi ataúd con cien clavos para evitar que regrese a fastidiarte.

Cuando muera, sólo quiero escuchar las oraciones de la soledad.

Cuando muera, quiero que mi caja sea de maderas y metales preciosos para saber como se siente la riqueza.

Cuando muera, quiero que pongas un arma en mi mano izquierda para cuando Dios me juzgue y hallarme culpable de mis pecados, asesinarle.

Cuando muera, quiero que cuatro ancianos carguen mi féretro hasta el cementerio para hacer más largo el sufrimiento de los que en verdad me amaron.

Cuando muera, no quiero que doblen las campanas, de nada sirve dar aviso a los que no me conocieron.

Cuando muera, quiero visitar por primera vez una de las tantas casas de Dios para marcharme aún más deprimido.

Cuando muera y el féretro este dentro de la fosa, no quiero que arrojen flores, arrojen piedras fuertemente para abrir una herida en la caja, así los gusanos penetraran con facilidad.

Cuando muera, quiero que plantes un árbol sobre mi tumba para que sus raíces mutilen mi cadáver.

Cuando muera, quiero que mi epitafio diga lo siguiente: si no existe un infierno, se debe crear uno para el martirio de esta alma.

Otro de nosotros, fanzine gráfico cultural, abril-mayo 2006 # 4, Puebla, México.