2 de enero de 2010

La muerte de Ernesto Guevara 1/2 - Ernesto Sabato



Expuesto y levantado para la muerte:
vedme, infortunios, galas, traído eternamente.
Días, edad, nubes, qué haréis conmigo!


Cuando llegué al aula, el Che se incorporó y me dijo:
-Usted ha venido a matarme.
Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder.
-¿Qué han dicho los otros? -me preguntó.
Le respondí que nada.
No me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentí que se me echaba encima y me dio un mareo.
-Póngase sereno -me dijo-. Apunte bien.


dinos dónde escondiste, ay! esa muerte
que nadie pudo verte,
imposible y callada.


Entonces di un paso hacia atrás, hacia la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y comenzó a perder muchísima sangre. Yo recobré el animo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y finalmente en el corazón. (Relato del suboficial Terán a Arguedas.)


Ernesto Sabato. Abaddón el exterminador. Biblioteca de bolsillo, Editorial Seix Barral, 1985, España, pp. 240-241.