8 de junio de 2010

A Mritiú, dios de la muerte 3/3.


Oh tú, que te hallas tendido ahí, sin respiración; tu mano débil ha dejado escapar el arco; yo lo cojo. Con él se mostrará nuestra fuerza, porque nosotros somos hombres de corazón.

Oh amigo, que dejaste de vivir, vuelve a la tierra, madre generosa; que ella te sea leve como un tapiz sedoso, porque honraste a los dioses.

Oh Tierra, entreábrete. Recibe dulcemente a tu hijo. No lastimes en lo más mínimo su cuerpo inmóvil. Cúbrelo, como una madre acuesta a su hijo y lo tapa con su ropa.

Levanto ese montículo de césped que servirá de defensa a sus restos. Los dioses velen por ti. Que Yama adopte como suya esta morada.

Pero mi vida se escapa, y me lleva como la flecha guarnecida lleva su pluma. Y, ahora, silencio. Es preciso que contenga mi voz, como se refrena el ardor de un corcel.

La India Literaria. Editorial Porrúa, Colección Sepan cuántos..., México, primera edición, 1972, p. 27.