29 de agosto de 2010

Imbuida de muerte.

El cálido roce de la muerte se la había llevado; las alejaba. ¿Cómo sujetarla lo bastante para que no se fuera, para que no se metamorfoseara en una niña de seda envuelta en el capullo de su sudario? Porque no hay brillantez en tu partida; sólo vacío y angustia, musitó a la hija arrullándola; quisiera partir contigo allá donde la muerte enseña a vivir a los muertos... Mientras miraba por última vez su cuerpo tan amado volvió a sentir el olor que su hija desprendía y que tendría que asociar siempre al de ella. Aspiró el hedor dulce y denso de su niña que ya nadie podría arrancarle. Este olor me acompañará hasta que yo muera y la ponga de nuevo entre mis brazos, se dijo.


Imbuida de muerte. Lourdes Gómez Voguel. Por la literatura! - mujeres y escritura en México, Cuadernos de Crítica 5, Universidad Autónoma de Puebla, México, 1992, primera edición, p. 100.

27 de agosto de 2010

La muerte y el tranvía 3/3.


El viaje de regreso fue una lucha con los itinerarios y las conexiones, escalas en San Juan y Miami, y finalmente la llegada a Managua, los parientes y los abrazos, las condolencias, la casa enlutada y poblada de gente, el féretro en el centro de la sala, y el rostro que había reconocido en el espejo desfigurado ahora por la muerte y la descomposición. Caminamos hasta el cementerio bajo el sol implacable, bajo los discursos de sus amigos y correligionarios, bajo una llovizna persistente que malograba la mezcla del cemento y obligaba a la gente a refugiarse bajo los árboles. Volví caminando por calles aledañas. En silencio me acompañaba Gonzalo...

La muerte y el tranvía. Nicasio Urbina. Crítica, Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, Nueva Época, diciembre-enero, No. 64. p. 119.

26 de agosto de 2010

La muerte y el tranvía 2/3.


Ahora que lo pienso me extraña que yo no indagara en los detalles, que no preguntara cómo lo sabía, por qué lo habían matado, cómo había sido; pero en ese momento los pormenores me parecieron insignificantes y en lo único que pensaba era en mi madre y mi hermano, viajando probablemente por la meseta castellana, sin saber que desde hacía varios días el cadáver de mi padre se enfriaba en la gaveta de una morgue. Di media vuelta y salí a la calle, vi la acera desierta castigada por el sol deslumbrante y caminé de prisa... Fue entonces cuando me preocupé por los detalles... Lo habían matado tres días atrás... Habían sido dos balazos certeros, en medio de la calle y a plena luz del día. Murió en el camino al hospital. Del asesino no se sabía nada, más que lo había matado a traición, como matan los cobardes. Entré al baño y me froté la cara con agua fría. Me miré en el espejo y por primera vez en la vida noté las facciones de mi padre, los ojos oscuros y rasgados, los labios finos. Sentí deseos de llorar pero me eché más agua fría en la cara y me mojé la cabeza.

La muerte y el tranvía. Nicasio Urbina. Crítica, Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, Nueva Época, diciembre-enero, No. 64,  pp. 117-118.

25 de agosto de 2010

La muerte y el tranvía 1/3.


Llegué sin dificultad a casa de Marisol, con la sensación de que me movía con soltura en el mundo endemoniado de los laberintos cotidianos, como un pequeño héroe que se acercaba triunfal a su destino. Me abrió la puerta su madre y me saludó con su estilo hosco y cariñoso donde la bienvenida se confunde con el reproche. Marisol me abrazó con fuerza, lo que interpreté como un efecto de la pasión; mientras Carla me veía con desconfianza y misterio. "¿Qué haces aquí?", me preguntó, como si sospechara que yo venía buscando algo que ella había adquirido por error. "Nada", le contesté, "quería visitar a Marisol". Como si mi respuesta no tuviera sentido en el mundo que ella vivía en ese momento me llamó a su cuarto. "Vení, te tengo que decir una cosa", y sin esperar que yo terminara de entrar me dijo de repente. "Mataron a tu papá".

La muerte y el tranvía. Nicasio Urbina. Crítica, Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, Nueva Época, diciembre-enero, No. 64. p. 117.

1 de agosto de 2010

La muerte 3/3.

En cambio, todos los demás difuntos pertenecen a Dios. Pero para que suban al cielo con Él, es necesario que se lleve a cabo un ciclo de ceremonias a lo largo de un año: a los nueve días, a los cuarenta, a los seis meses y cuando se cumple el año. Consisten en oraciones recitadas durante horas por los parientes con la ayuda del neec tiiid nandeow, y terminan con una comida. Las oraciones son muy importantes -especialmente las de los nueve días, cuando el muerto va y viene, hesitando en alejarse del lugar en donde ha vivido hasta ese momento- porque permiten al alma del difunto aprenderlas bien de memoria. Saber estas oraciones es esencial para superar el examen a que será sometida por San Pedro.

El ciclo se concluye al año si existen posibilidades económicas y voluntad por parte del que fue encargado; si no, se postergará, agrupando a veces en una sola ceremonia las correspondientes a varios difuntos. La conclusión se llama ahtep nicec "sube la ofrenda". Se articula en tres días, según el mismo ritual que se sigue para las fiestas de mayordomía.

Los Huaves de San Mateo del Mar, Oax. Italo Signorini. Instituto Nacional Indigenista, 1979, México, p. 48.